VOLUMEN II:
CUENTOS DESCONCERTANTES II:
LOS INVISIBLES
Juan José Camisón
(fragmentos de los 15 relatos que contiene)
1. EL HUECO DE ESCALERAS (fragmento)
Al momento, salió, otra vez, resuelto de su dormitorio con la intención segura de bajar a la cocina, haciendo caso omiso de la alucinación que había sufrido. Pero volvió a experimentar el mismo sobrecogimiento, al intentarlo, constatando con certeza que el acceso al hueco de escalera se había reducido considerablemente… Se acercó, no obstante, con precaución al rectángulo vertical que enmarcaba el primero de los escalones y, en efecto, tuvo la impresión de que su cuerpo no iba a lograr pasar por aquel vano tan estrecho a la primera… Heliodoro hizo entonces varias consideraciones que le parecieron oportunas: hubiera podido introducir la cabeza y buena parte del cuerpo por aquella abertura, ya que la simple observación de la realidad que tenía delante de sus ojos le corroboraba que cabrían, pero prefirió valorar la circunstancia empíricamente antes de dar un paso hacia una situación posiblemente de ridículo, pues de nada le valdría lograr meter parte de su cuerpo por el agujero si la otra mitad no tenía hueco suficiente y le quedaba fuera…
Al momento, salió, otra vez, resuelto de su dormitorio con la intención segura de bajar a la cocina, haciendo caso omiso de la alucinación que había sufrido. Pero volvió a experimentar el mismo sobrecogimiento, al intentarlo, constatando con certeza que el acceso al hueco de escalera se había reducido considerablemente… Se acercó, no obstante, con precaución al rectángulo vertical que enmarcaba el primero de los escalones y, en efecto, tuvo la impresión de que su cuerpo no iba a lograr pasar por aquel vano tan estrecho a la primera… Heliodoro hizo entonces varias consideraciones que le parecieron oportunas: hubiera podido introducir la cabeza y buena parte del cuerpo por aquella abertura, ya que la simple observación de la realidad que tenía delante de sus ojos le corroboraba que cabrían, pero prefirió valorar la circunstancia empíricamente antes de dar un paso hacia una situación posiblemente de ridículo, pues de nada le valdría lograr meter parte de su cuerpo por el agujero si la otra mitad no tenía hueco suficiente y le quedaba fuera…
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2. LLEGAR A P (fragmento)
Hay quienes en este recorrido invierten días y semanas. Otros meses o años o quinquenios. Todo depende de la prisa que se tenga por abordar esa subida sorprendente al cielo, o de la magia que uno sepa ponerle a tal empresa agotadora, a cada paso... Los hay incluso que, tras arrepentirse a medio camino y volverse, convencidos, a la línea de salida, lo intentan nuevamente, con todo su bagaje de impotencias… Otros que se conforman con ver subir a gente… Otros con leer en los diarios las noticias de gente que ha subido… Otros con escuchar lo que les cuentan los que alguna vez parece ser que los leyeron… Y muchos que, resultándoles un esfuerzo sobrehumano simplemente la idea de concebir en sus cabezas que existe la subida hasta Pe, se engañan conscientemente con cientos de mentiras, diciéndose que Pe es una pura fantasía, y miran hacia otro lado para no ver a los que, a diario, hasta allí suben. Por lo que a los pies de Pe suele haber siempre no pocas personas desorientadas, empujándose, gritando, corriendo o suspirando por iniciar la cuesta o retirarse, y resulta difícil averiguar quiénes abordan la tarea y quiénes desisten…
Hay quienes en este recorrido invierten días y semanas. Otros meses o años o quinquenios. Todo depende de la prisa que se tenga por abordar esa subida sorprendente al cielo, o de la magia que uno sepa ponerle a tal empresa agotadora, a cada paso... Los hay incluso que, tras arrepentirse a medio camino y volverse, convencidos, a la línea de salida, lo intentan nuevamente, con todo su bagaje de impotencias… Otros que se conforman con ver subir a gente… Otros con leer en los diarios las noticias de gente que ha subido… Otros con escuchar lo que les cuentan los que alguna vez parece ser que los leyeron… Y muchos que, resultándoles un esfuerzo sobrehumano simplemente la idea de concebir en sus cabezas que existe la subida hasta Pe, se engañan conscientemente con cientos de mentiras, diciéndose que Pe es una pura fantasía, y miran hacia otro lado para no ver a los que, a diario, hasta allí suben. Por lo que a los pies de Pe suele haber siempre no pocas personas desorientadas, empujándose, gritando, corriendo o suspirando por iniciar la cuesta o retirarse, y resulta difícil averiguar quiénes abordan la tarea y quiénes desisten…
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3. LA RESIDENCIA (fragmento)
...O, peor aún, ¿por qué no había sido él capaz de hallar ni rastro del Jesús histórico en los escritos de los historiadores de la época? ¿Cómo era posible que en los Anales de Pilatos o de la Historia de Judea bajo la dominación romana, o en la propia Historia de Roma, ellos que lo anotaban todo, no figurara nada de ese personaje? ¿Por qué no se conservaba ningún texto auténtico de Dion Casio y de Flavio Josefo, y sí las copias que durante los siglos quinto y sexto realizaron los monjes, llenas de claras interpolaciones tendenciosas, debidas a los copistas? Y lo que era ya el sumun del bochorno: ¿Quién transmitió la tradición oral de cómo y dónde murió Cristo, si desde el año 70 en que Tito tomó y arrasó la ciudad de Jerusalén, donde no quedó ni una sola persona viva ni una sola piedra en pie, hasta el año 131 en que Adriano fundo allí la ciudad de Aelia Capitolina, en ese lugar sólo habitaron los fantasmas de sus antepasados? ¿Cómo fue posible que, trescientos años más tarde, la Emperatriz Elena, madre de Constantino, encontrara bajo los escombros las tres cruces intactas de Jesús y de los dos que con él fueron ajusticiados, y que, mucho después, alguien hallara además los clavos y la corona de espinas y la túnica de Jesús y el mantel de la Cena y el lienzo de la Verónica y treinta y nueve sudarios, cada uno de ellos a cual más milagroso y más auténtico? ¿Y cómo era posible que, si Cristo había resucitado, los primeros cristianos fuesen a adorar su cuerpo en Sebasta, cerca de Samaria, hasta que el emperador Juliano mandó destruirlo (¡el cuerpo!) en el año 362? ¿Suponía eso que la creencia en una ascensión de Jesús en cuerpo y alma a los cielos todavía no estaba elaborada aún en esa época? ¿Que se fraguó, como todo, durante y después del siglo IV?Don Cosme, como dicho emperador que, tras ser cristiano, renegó conscientemente de ello, se decía y hacía suyas en silencio aquellas palabras que Juliano dijera hacía tantos años: leí, comprendí, rechacé...
...O, peor aún, ¿por qué no había sido él capaz de hallar ni rastro del Jesús histórico en los escritos de los historiadores de la época? ¿Cómo era posible que en los Anales de Pilatos o de la Historia de Judea bajo la dominación romana, o en la propia Historia de Roma, ellos que lo anotaban todo, no figurara nada de ese personaje? ¿Por qué no se conservaba ningún texto auténtico de Dion Casio y de Flavio Josefo, y sí las copias que durante los siglos quinto y sexto realizaron los monjes, llenas de claras interpolaciones tendenciosas, debidas a los copistas? Y lo que era ya el sumun del bochorno: ¿Quién transmitió la tradición oral de cómo y dónde murió Cristo, si desde el año 70 en que Tito tomó y arrasó la ciudad de Jerusalén, donde no quedó ni una sola persona viva ni una sola piedra en pie, hasta el año 131 en que Adriano fundo allí la ciudad de Aelia Capitolina, en ese lugar sólo habitaron los fantasmas de sus antepasados? ¿Cómo fue posible que, trescientos años más tarde, la Emperatriz Elena, madre de Constantino, encontrara bajo los escombros las tres cruces intactas de Jesús y de los dos que con él fueron ajusticiados, y que, mucho después, alguien hallara además los clavos y la corona de espinas y la túnica de Jesús y el mantel de la Cena y el lienzo de la Verónica y treinta y nueve sudarios, cada uno de ellos a cual más milagroso y más auténtico? ¿Y cómo era posible que, si Cristo había resucitado, los primeros cristianos fuesen a adorar su cuerpo en Sebasta, cerca de Samaria, hasta que el emperador Juliano mandó destruirlo (¡el cuerpo!) en el año 362? ¿Suponía eso que la creencia en una ascensión de Jesús en cuerpo y alma a los cielos todavía no estaba elaborada aún en esa época? ¿Que se fraguó, como todo, durante y después del siglo IV?Don Cosme, como dicho emperador que, tras ser cristiano, renegó conscientemente de ello, se decía y hacía suyas en silencio aquellas palabras que Juliano dijera hacía tantos años: leí, comprendí, rechacé...
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4. PRÓCULO Y ANCIO (fragmento)
...Cuando a otro lo consideramos impuro, nos elevamos sobre sus miserias y nos sentimos, al instante, purificados de las nuestras y aliviados de todas nuestras faltas. De ahí que la difamación tenga siempre tantos adeptos y un éxito inmediato. Es una catarsis tanto para los que la proclaman como para los que la difunden y la admiten. Si le aplicásemos siempre el triple filtro a lo que se comenta de los otros, no tendrían cabida los calumniadores. Si antes de dejarles hablar los sometiésemos a las tres preguntas, se quedarían con sus bocas mudas y con su calumnia quemándole en las tripas por no poder hacerla pública ni audible.
...Cuando a otro lo consideramos impuro, nos elevamos sobre sus miserias y nos sentimos, al instante, purificados de las nuestras y aliviados de todas nuestras faltas. De ahí que la difamación tenga siempre tantos adeptos y un éxito inmediato. Es una catarsis tanto para los que la proclaman como para los que la difunden y la admiten. Si le aplicásemos siempre el triple filtro a lo que se comenta de los otros, no tendrían cabida los calumniadores. Si antes de dejarles hablar los sometiésemos a las tres preguntas, se quedarían con sus bocas mudas y con su calumnia quemándole en las tripas por no poder hacerla pública ni audible.
—¿Y cuáles son esas preguntas, amo?
—La primera: si lo que van a decirme de esa persona es beneficioso para ella o para su familia. La segunda si lo que van a decirme de de esa persona va a beneficiarme a mí de alguna forma. Y la tercera si lo que van a decirme de esa persona va a beneficiar a sus calumniadores... Con estas tres preguntas no tienen escapatoria los maledicentes...
—Nunca lo había pensado...
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5. EL REY QUE SOÑÓ (fragmento)
En realidad Alhá-al-Gamí Al-Masmudí, de sus orígenes, a través del sueño, recuerda más bien poco. Pero cree saber —en los sueños las cosas nunca son lo que parecen— que, por los avatares del destino, Allah lo había castigado a errar perpetuamente por los zocos de todas las medinas hasta lograr deshacerse de la paloma enjaulada a través de un trueque asombroso e inaudito: debía pedir por ella y por la jaula un beso y una gota de sangre al nuevo propietario... Y mientras no lo consiguiera, jamás encontraría la paz en sus acciones... El precio exigido era, a todas luces, desconcertante, pero también eran insólitos el resplandor de las estrellas o el cerco de la luna, la aurora boreal, los fuegos fatuos, la escarcha y el rocío... Como los sueños, la noche estaba llena de misterios. A lo mejor porque sólo habían sido creados para gozarlos o temerlos, y no para que fuesen comprendidos…
En realidad Alhá-al-Gamí Al-Masmudí, de sus orígenes, a través del sueño, recuerda más bien poco. Pero cree saber —en los sueños las cosas nunca son lo que parecen— que, por los avatares del destino, Allah lo había castigado a errar perpetuamente por los zocos de todas las medinas hasta lograr deshacerse de la paloma enjaulada a través de un trueque asombroso e inaudito: debía pedir por ella y por la jaula un beso y una gota de sangre al nuevo propietario... Y mientras no lo consiguiera, jamás encontraría la paz en sus acciones... El precio exigido era, a todas luces, desconcertante, pero también eran insólitos el resplandor de las estrellas o el cerco de la luna, la aurora boreal, los fuegos fatuos, la escarcha y el rocío... Como los sueños, la noche estaba llena de misterios. A lo mejor porque sólo habían sido creados para gozarlos o temerlos, y no para que fuesen comprendidos…
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6. ELLA DICE (fragmento)
Allí fue donde se dio cuenta Lola de que Ramón estaba lleno de contradicciones. Parecerá mentira pero era bien cierto: su marido era, a la vez, un hombre fuerte pero extremadamente vulnerable, hermoso pero obsceno, dulce pero profundamente cabezón, tierno pero imprevisible e indecente... Y un egoísta rencoroso tan violento como un cavernícola antediluviano... Todo lo que de novios le había parecido tan maravilloso: su timidez, su dulzura, su corrección..., ahora se le antojaba sospechoso, o para ser más clara: la puerta de entrada a los sótanos oscuros donde se escondía el monstruo que habitaba en el interior de su marido. Una puerta que, en cualquier momento y por cualquier insignificante motivo, podía abrirse y dejar en libertad sus ofuscaciones y arrebatos... Lo fácil hubiera sido quedarse con la parte buena de Ramón y no permitir que la mala aflorara tan frecuentemente, pero eso era poco más o menos que imposible. Los humanos somos como un icosaedro, cuyas facetas son todas necesarias para que no se rompa el poliedro... Y unas tienen luz y otras están llenas de sombra... Tendría que amarlo o rechazarlo no como a ella le hubiera gustado que fuese, sino como era en realidad, lleno de cosas agradables y defectos, compleja criatura formada de peligrosas cuevas y de dulces lagos de agua tibia, de horas de sol y de recios aguaceros, de miel y de saliva, de sangre reposada y de violento semen, de navajas de plata y de ardorosos besos... Y no era nada fácil...
Allí fue donde se dio cuenta Lola de que Ramón estaba lleno de contradicciones. Parecerá mentira pero era bien cierto: su marido era, a la vez, un hombre fuerte pero extremadamente vulnerable, hermoso pero obsceno, dulce pero profundamente cabezón, tierno pero imprevisible e indecente... Y un egoísta rencoroso tan violento como un cavernícola antediluviano... Todo lo que de novios le había parecido tan maravilloso: su timidez, su dulzura, su corrección..., ahora se le antojaba sospechoso, o para ser más clara: la puerta de entrada a los sótanos oscuros donde se escondía el monstruo que habitaba en el interior de su marido. Una puerta que, en cualquier momento y por cualquier insignificante motivo, podía abrirse y dejar en libertad sus ofuscaciones y arrebatos... Lo fácil hubiera sido quedarse con la parte buena de Ramón y no permitir que la mala aflorara tan frecuentemente, pero eso era poco más o menos que imposible. Los humanos somos como un icosaedro, cuyas facetas son todas necesarias para que no se rompa el poliedro... Y unas tienen luz y otras están llenas de sombra... Tendría que amarlo o rechazarlo no como a ella le hubiera gustado que fuese, sino como era en realidad, lleno de cosas agradables y defectos, compleja criatura formada de peligrosas cuevas y de dulces lagos de agua tibia, de horas de sol y de recios aguaceros, de miel y de saliva, de sangre reposada y de violento semen, de navajas de plata y de ardorosos besos... Y no era nada fácil...
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7. PORTE DAUPHINE (fragmento)
...Cuando Yalil se saca una pasta gansa con un enrollado, así sin más por el careto y guapamente, o si me pasa a mí, hay muchas veces que nos tomamos la tarde de vacaciones y de descorroce puro y duro sin contemplaciones. Nos vamos a las grandes superficies y nos compramos mogollón de cosas. A la Fayette, a la Samaritaine, donde suele ir mi madre cuando tiene pelas, y a Les Halles, que flipas en colores con los subterráneos a tope de mercancías guays a reventar de chulas. Chupas, gayumbos de colores y brillantes, camisetas a tope, cinturones, y cosas chulas: colonias y lociones, espumas para el pelo, guantes guapos, una camisa de ésas arrugadas para maquearte un día sin curro... (Lo único genuino que ya ofrece la cultura occidental son los productos de marca…) Porque yo para el tajo casi siempre elijo camiseta de tirantes o sin mangas, ajustada, azul marino o negra mayormente y con ribetes amarillos, o polo rojo estrecho, que se marquen los bíceps incipientes... Eso mola mogollón. A mí me priva mazo ir guapo a tope y me siento un tío diez, vestido de esta forma. Me da más confianza, me flipo yo a mí mismo y, cuando se me acerca un tipo en estas circunstancias, no hay quien se me resista, te lo digo, tío, pura dinamita. Ma parole... Eso por una parte, y la mano derecha apoyada en el techo del buga, cuando alguno se para cerca de mi acera, una media sonrisa mientras agacho la chola para clisarme al pavo que va dentro y la colaboración que me presta ese mechón de pelo rubio, mes tifs, como ellos dicen, que siempre se descuelga de mi cabeza bien peinada y viene a caer así, como el que no quiere la cosa, delante del ojo izquierdo antes de que me dé tiempo a decir: buenas, qué tal, ¿te hace un rollo auténtico, amiguito?, son mis armas mortales. A partir de ahí, a cualquiera que le vaya el género que vendo, queda grogui. Ma parole.
...Cuando Yalil se saca una pasta gansa con un enrollado, así sin más por el careto y guapamente, o si me pasa a mí, hay muchas veces que nos tomamos la tarde de vacaciones y de descorroce puro y duro sin contemplaciones. Nos vamos a las grandes superficies y nos compramos mogollón de cosas. A la Fayette, a la Samaritaine, donde suele ir mi madre cuando tiene pelas, y a Les Halles, que flipas en colores con los subterráneos a tope de mercancías guays a reventar de chulas. Chupas, gayumbos de colores y brillantes, camisetas a tope, cinturones, y cosas chulas: colonias y lociones, espumas para el pelo, guantes guapos, una camisa de ésas arrugadas para maquearte un día sin curro... (Lo único genuino que ya ofrece la cultura occidental son los productos de marca…) Porque yo para el tajo casi siempre elijo camiseta de tirantes o sin mangas, ajustada, azul marino o negra mayormente y con ribetes amarillos, o polo rojo estrecho, que se marquen los bíceps incipientes... Eso mola mogollón. A mí me priva mazo ir guapo a tope y me siento un tío diez, vestido de esta forma. Me da más confianza, me flipo yo a mí mismo y, cuando se me acerca un tipo en estas circunstancias, no hay quien se me resista, te lo digo, tío, pura dinamita. Ma parole... Eso por una parte, y la mano derecha apoyada en el techo del buga, cuando alguno se para cerca de mi acera, una media sonrisa mientras agacho la chola para clisarme al pavo que va dentro y la colaboración que me presta ese mechón de pelo rubio, mes tifs, como ellos dicen, que siempre se descuelga de mi cabeza bien peinada y viene a caer así, como el que no quiere la cosa, delante del ojo izquierdo antes de que me dé tiempo a decir: buenas, qué tal, ¿te hace un rollo auténtico, amiguito?, son mis armas mortales. A partir de ahí, a cualquiera que le vaya el género que vendo, queda grogui. Ma parole.
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8. IMPRONTUS (fragmento)
...Suena Schubert. Te hundes en sus suaves cataratas de círculos concéntricos. Te adentras por el vértice que ha abierto una pedrada sobre la superficie tersa de una laguna mansa. Te introduces por él hacia el abismo oscuro de las aguas. Subes veloz de nuevo y reapareces. Tomas aliento. Te dejas acunar por la agradable melodía. Sorbes y te refrescas en un venero hondo y cristalino, oculto entre marañas de hojarasca. Zigzagueas por vericuetos de sílabas y trinos impensables. A veces viene un pájaro liviano a picotearte por dentro del cerebro. Te conducen los dedos de quien toca por una pista helada, resbalosa, hasta caerte dentro del ocaso. Una navaja de afeitar secciona por el vientre una manzana. Le sale, de repente, a borbotones, toda su sangre gualda que se vierte sobre la palma de tu mano. Pasa una novia blanca, alada, por el cielo, montada en una nube. Surge de entre sus dedos una fuente de serpentinas rojas y amapolas. Se oye un grito. Cinco cuchillos negros se clavan en el cielo de repente y paralizan el canto de los grillos. Huele a yerba. Un pueblecito blanco de casas encaladas, lleno de tristes huertos, sembrados de rosales de plástico barato, se pierde en las montañas, ocultando los sueños de las madres que todo lo perdieron. Tu corazón se parte en rebanadas, como una fruta dulce, al recordar sus cientos de veredas, inútilmente pulcras.
...Suena Schubert. Te hundes en sus suaves cataratas de círculos concéntricos. Te adentras por el vértice que ha abierto una pedrada sobre la superficie tersa de una laguna mansa. Te introduces por él hacia el abismo oscuro de las aguas. Subes veloz de nuevo y reapareces. Tomas aliento. Te dejas acunar por la agradable melodía. Sorbes y te refrescas en un venero hondo y cristalino, oculto entre marañas de hojarasca. Zigzagueas por vericuetos de sílabas y trinos impensables. A veces viene un pájaro liviano a picotearte por dentro del cerebro. Te conducen los dedos de quien toca por una pista helada, resbalosa, hasta caerte dentro del ocaso. Una navaja de afeitar secciona por el vientre una manzana. Le sale, de repente, a borbotones, toda su sangre gualda que se vierte sobre la palma de tu mano. Pasa una novia blanca, alada, por el cielo, montada en una nube. Surge de entre sus dedos una fuente de serpentinas rojas y amapolas. Se oye un grito. Cinco cuchillos negros se clavan en el cielo de repente y paralizan el canto de los grillos. Huele a yerba. Un pueblecito blanco de casas encaladas, lleno de tristes huertos, sembrados de rosales de plástico barato, se pierde en las montañas, ocultando los sueños de las madres que todo lo perdieron. Tu corazón se parte en rebanadas, como una fruta dulce, al recordar sus cientos de veredas, inútilmente pulcras.
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9. LOS INVISIBLES (fragmento)
...era sencillamente fascinante escuchar a Osguior leyendo aquellas páginas, y desvelándome, entre çay y çay, misterios increíbles. Se hablaba en él de tierras ignotas y aún inexploradas de Asia y África, de continentes donde las fuentes manaban leche y ambrosía, de tribus lejanísimas habitadas por hombres sin cabeza que tenían en medio de sus vientres los ojos y la boca, de fabulosos animales con cuernos crisoelefantinos, crestas iridiscentes y enormes ubres de las que, al ordeñarlos, brotaba almíbar y melcocha, de culturas lacustres asentadas sobre islotes únicamente construidos por millones de valvas de moluscos de nácar y carey, de palacios flotantes sobre enormes lagos color esmeralda en los que bogaban flamencos carmesíes de pico anaranjado, de intrincadas selvas donde se levantaban a los dioses templos de serpentina y ónice tan vastos como los campos de arroz en el delta de un río caudaloso, de geografías inaccesibles y de ciudades misteriosas construidas bajo las ardientes arenas de los desiertos o dentro de una horadada cordillera... Pero de todo lo que me leyó Osguior de aquel libro, nada como la historia de los Hombres Invisibles me llamó tan poderosamente la atención ni cautivó tan deprisa mi curiosidad. Cuando de los labios del anticuario comenzaron a desgranarse las frases que describían a aquellos seres, fue como si todo el Gran Bazar se volatilizase de golpe con su estrepitoso ajetreo, como si una ráfaga de viento lo hubiese hecho desaparecer por las escalinatas del Sahaflar Sharshisi, pues sólo tuve oídos para aquel relato... A mí me pareció una fantasía tan alucinante que, por méritos propios, bien podría haber formado parte de las miles que Sherezade le contaba a su cruel amante Schahriar para mantenerlo, noche tras noche, desvelado...
...era sencillamente fascinante escuchar a Osguior leyendo aquellas páginas, y desvelándome, entre çay y çay, misterios increíbles. Se hablaba en él de tierras ignotas y aún inexploradas de Asia y África, de continentes donde las fuentes manaban leche y ambrosía, de tribus lejanísimas habitadas por hombres sin cabeza que tenían en medio de sus vientres los ojos y la boca, de fabulosos animales con cuernos crisoelefantinos, crestas iridiscentes y enormes ubres de las que, al ordeñarlos, brotaba almíbar y melcocha, de culturas lacustres asentadas sobre islotes únicamente construidos por millones de valvas de moluscos de nácar y carey, de palacios flotantes sobre enormes lagos color esmeralda en los que bogaban flamencos carmesíes de pico anaranjado, de intrincadas selvas donde se levantaban a los dioses templos de serpentina y ónice tan vastos como los campos de arroz en el delta de un río caudaloso, de geografías inaccesibles y de ciudades misteriosas construidas bajo las ardientes arenas de los desiertos o dentro de una horadada cordillera... Pero de todo lo que me leyó Osguior de aquel libro, nada como la historia de los Hombres Invisibles me llamó tan poderosamente la atención ni cautivó tan deprisa mi curiosidad. Cuando de los labios del anticuario comenzaron a desgranarse las frases que describían a aquellos seres, fue como si todo el Gran Bazar se volatilizase de golpe con su estrepitoso ajetreo, como si una ráfaga de viento lo hubiese hecho desaparecer por las escalinatas del Sahaflar Sharshisi, pues sólo tuve oídos para aquel relato... A mí me pareció una fantasía tan alucinante que, por méritos propios, bien podría haber formado parte de las miles que Sherezade le contaba a su cruel amante Schahriar para mantenerlo, noche tras noche, desvelado...
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10. LA ÚLTIMA CENA (fragmento)
A pesar de que se pasaba largas horas buscando por la ciudad un rostro que se adaptase a las necesidades estéticas que entonces tenía en su mente para el complejo personaje, no daba con la persona adecuada que le sirviese de modelo para Judas. Hasta que, sin pensarlo, una noche, en una discoteca, vio apoyado en la barra a un hombre joven que reunía todas las condiciones requeridas, y que tan largamente había casi recreado en su cerebro. Era —confiesa que uno se deja llevar por los clichés históricos con demasiada facilidad, ciertamente— esquivo, tenía los ojos profundamente negros e incisivos, la mirada torva e inquietante, una cierta desesperación dominaba su rostro y su apostura, y se apreciaban en él trazas inequívocas de ser o de haber sido, sin duda, un delincuente, pero también era patente que había sido un hombre hermoso cuando fuera joven, y de ello aún quedaban, así lo afirma tajantemente, vagos, aunque reconocibles, trazos en su cara... Dice que lo observó en silencio durante largo rato desde el rincón en el que se tomaba un whisky. Y confiesa que, nada más verlo, supo que era él, sin ningún género de dudas, el personaje que tanto había buscado. Pero, del mismo modo, reconoce que le resultaba difícil abordarlo. Estaba solo. Parecía un chulo. Suponía un difícil paso dirigirle la palabra...
A pesar de que se pasaba largas horas buscando por la ciudad un rostro que se adaptase a las necesidades estéticas que entonces tenía en su mente para el complejo personaje, no daba con la persona adecuada que le sirviese de modelo para Judas. Hasta que, sin pensarlo, una noche, en una discoteca, vio apoyado en la barra a un hombre joven que reunía todas las condiciones requeridas, y que tan largamente había casi recreado en su cerebro. Era —confiesa que uno se deja llevar por los clichés históricos con demasiada facilidad, ciertamente— esquivo, tenía los ojos profundamente negros e incisivos, la mirada torva e inquietante, una cierta desesperación dominaba su rostro y su apostura, y se apreciaban en él trazas inequívocas de ser o de haber sido, sin duda, un delincuente, pero también era patente que había sido un hombre hermoso cuando fuera joven, y de ello aún quedaban, así lo afirma tajantemente, vagos, aunque reconocibles, trazos en su cara... Dice que lo observó en silencio durante largo rato desde el rincón en el que se tomaba un whisky. Y confiesa que, nada más verlo, supo que era él, sin ningún género de dudas, el personaje que tanto había buscado. Pero, del mismo modo, reconoce que le resultaba difícil abordarlo. Estaba solo. Parecía un chulo. Suponía un difícil paso dirigirle la palabra...
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11. IL CARDELLINO (fragmento)
Don Calógero fue sincero: ay Giuseppe, Giuseppe... Los pajaritos pertenecen a los campos. No se les puede domesticar como a los perros o a los gatos. Son libres como el viento... Olvídate de él ya para siempre. No volverá, seguro, junto a ti, por más que lo pretendas. Vuélvete a casa antes que sea tarde, anda, muchacho... Y tranquilízate. Hay muchos pájaros volando por el mundo...Pero éste era su pájaro. Y era irrepetible...
Don Calógero fue sincero: ay Giuseppe, Giuseppe... Los pajaritos pertenecen a los campos. No se les puede domesticar como a los perros o a los gatos. Son libres como el viento... Olvídate de él ya para siempre. No volverá, seguro, junto a ti, por más que lo pretendas. Vuélvete a casa antes que sea tarde, anda, muchacho... Y tranquilízate. Hay muchos pájaros volando por el mundo...Pero éste era su pájaro. Y era irrepetible...
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12. LA CONVERSADORA (fragmento)
La conversadora seguía hablando de mejillas ruborizadas, de aletas de la nariz rítmicamente distendidas, de turgentes muslos, de sangre desflorada..., en tanto que Vincent le apretaba la mano dentro de la suya y la miraba con la boca entreabierta y con los ojos perdidos, poseído por una tormenta inesperada que le abrasaba las sienes por completo. Luego tiró levemente del brazo de la chica y vio que éste cedía con laxitud y sin ninguna reticencia, mientras sus labios seguían desgranando un encuentro entre amantes bajo un puente... Vincent arrastró la mano de ella despacio, muy despacio hasta que, mientras Agnes continuaba hablando de voluptuosos labios y lenguas encontradas sin levantar la vista de los bordados de la colcha, logró colocarla blandamente sobre su sexo, cobijado aún debajo de las sábanas. No podía dar crédito. Agnes continuaba hablando sin retirarla. Vincent cerró los ojos, incapaz de creer lo que experimentaba dentro de la cabeza, en medio de las ingles, por la espalda y los hombros y en las propias manos. Un poderoso impulso interno le acució de repente, y apretando la palma de Agnes contra su sexo, se derramó gozoso y extasiado. Agnes retiró la mano tras la crispación del éxtasis. Y, de pronto, como si algún imponderable la obligase a callarse de repente, cesó en su relación memorizada de acontecimientos. Vincent abrió los ojos. Agnes aún seguía absorta observando las peonías de seda bordadas en la colcha de la cama...
La conversadora seguía hablando de mejillas ruborizadas, de aletas de la nariz rítmicamente distendidas, de turgentes muslos, de sangre desflorada..., en tanto que Vincent le apretaba la mano dentro de la suya y la miraba con la boca entreabierta y con los ojos perdidos, poseído por una tormenta inesperada que le abrasaba las sienes por completo. Luego tiró levemente del brazo de la chica y vio que éste cedía con laxitud y sin ninguna reticencia, mientras sus labios seguían desgranando un encuentro entre amantes bajo un puente... Vincent arrastró la mano de ella despacio, muy despacio hasta que, mientras Agnes continuaba hablando de voluptuosos labios y lenguas encontradas sin levantar la vista de los bordados de la colcha, logró colocarla blandamente sobre su sexo, cobijado aún debajo de las sábanas. No podía dar crédito. Agnes continuaba hablando sin retirarla. Vincent cerró los ojos, incapaz de creer lo que experimentaba dentro de la cabeza, en medio de las ingles, por la espalda y los hombros y en las propias manos. Un poderoso impulso interno le acució de repente, y apretando la palma de Agnes contra su sexo, se derramó gozoso y extasiado. Agnes retiró la mano tras la crispación del éxtasis. Y, de pronto, como si algún imponderable la obligase a callarse de repente, cesó en su relación memorizada de acontecimientos. Vincent abrió los ojos. Agnes aún seguía absorta observando las peonías de seda bordadas en la colcha de la cama...
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13. LA VISITA (fragmento)
Fuera hace frío. Un perro ladra denodadamente en el parterre de un chalet cercano. La luna desparrama su enigmática luz sobre el asfalto oscuro de las calles, sobre los pardos tejados, sobre las aguas negras de todas las piscinas de las casas, sobre las cien veredas de adoquines lechosos que van desde la calzada hasta las puertas de las coquetas casas adosadas...De repente, a lo lejos, por entre las solitarias calles de la extensa urbanización, los faros de un automóvil zigzaguean en cada curva del trazado urbanístico, iluminando las fachadas de las viviendas de trecho en trecho. Apenas sin producir ruido alguno, un coche avanza lentamente como perdido, sin dirección concreta, buscando a tientas un número, una dirección, una señal, la puerta de una casa... Al ver las ventanas iluminadas del comedor de Inés (son las únicas ya, a estas altas horas de la noche, que permanecen encendidas) aminora la marcha y acaba por frenar delante de su puerta. Aparca lentamente, arrimando al bordillo de la acera perfectamente los neumáticos, sin rozar las llantas. Permanece con los faros encendidos por un rato. Luego para el motor. Durante un tiempo exageradamente largo nadie da señales de vida dentro del automóvil. Hasta que, al fin, se abre la portezuela delantera y baja despaciosa una elegante mujer de altos tacones, medias negras, y vestida con un traje de chaqueta negro humo y sombrero de ala ancha de muselina también negro. Sólo un adorno blanco casi indescifrable (¿una mínima flor, un alfiler de nácar, un broche recamado le madreperla?) distrae la atención del riguroso luto elegantísimo, sujetando cerca del hombro izquierdo el etéreo foulard que abraza la pamela. Avanza hasta la puerta de la casa, decidida, y, tras quitarse el guante de su mano derecha, llama al timbre y espera completamente recta e inmutable.—¿No habéis oído? Han llamado a la puerta...
Fuera hace frío. Un perro ladra denodadamente en el parterre de un chalet cercano. La luna desparrama su enigmática luz sobre el asfalto oscuro de las calles, sobre los pardos tejados, sobre las aguas negras de todas las piscinas de las casas, sobre las cien veredas de adoquines lechosos que van desde la calzada hasta las puertas de las coquetas casas adosadas...De repente, a lo lejos, por entre las solitarias calles de la extensa urbanización, los faros de un automóvil zigzaguean en cada curva del trazado urbanístico, iluminando las fachadas de las viviendas de trecho en trecho. Apenas sin producir ruido alguno, un coche avanza lentamente como perdido, sin dirección concreta, buscando a tientas un número, una dirección, una señal, la puerta de una casa... Al ver las ventanas iluminadas del comedor de Inés (son las únicas ya, a estas altas horas de la noche, que permanecen encendidas) aminora la marcha y acaba por frenar delante de su puerta. Aparca lentamente, arrimando al bordillo de la acera perfectamente los neumáticos, sin rozar las llantas. Permanece con los faros encendidos por un rato. Luego para el motor. Durante un tiempo exageradamente largo nadie da señales de vida dentro del automóvil. Hasta que, al fin, se abre la portezuela delantera y baja despaciosa una elegante mujer de altos tacones, medias negras, y vestida con un traje de chaqueta negro humo y sombrero de ala ancha de muselina también negro. Sólo un adorno blanco casi indescifrable (¿una mínima flor, un alfiler de nácar, un broche recamado le madreperla?) distrae la atención del riguroso luto elegantísimo, sujetando cerca del hombro izquierdo el etéreo foulard que abraza la pamela. Avanza hasta la puerta de la casa, decidida, y, tras quitarse el guante de su mano derecha, llama al timbre y espera completamente recta e inmutable.—¿No habéis oído? Han llamado a la puerta...
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14. LA MODIFICACIÓN (fragmento)
Pronto comenzó a oírse la respiración de ambos serena y sosegada, al tiempo que en la habitación todo quedaba detenido. La ropa se estiraba lentamente colgada del perchero..., se relajaban los zapatos, con sus bocas abiertas, al lado de la alfombra..., se descargaba la persiana del calor acumulado durante todo el día con quejidos leves y estertores apenas perceptibles..., exudaba el cristal de la ventana el vaho de la tarde a través de riachuelos transparentes de agua fugitiva..., se desperezaba, con sonoros estallidos, el esqueleto interno de la descalzadora al subir la temperatura de la sala..., se contraían las medias aliviadas hasta encontrar su talla primitiva encima de una cómoda..., esperaba la luz eléctrica, paralizada dentro del interruptor, como las aguas de un río bravo en la barrera de un pantano, impaciente por que alguien le dejase de nuevo el paso libre para asomarse a la bombilla..., se mordían la lengua los locutores de la radio a la espera de que, otra vez, por la mañana, Manolo apretase con el dedo el ON del transistor de mesilla y los dejase hablar, de nuevo..., se aguantaba la gata, acuclillada por la parte de afuera de la puerta de la alcoba, los deseos de saltar sobre la cama y de meterse en medio de los dos como en las siestas...
Pronto comenzó a oírse la respiración de ambos serena y sosegada, al tiempo que en la habitación todo quedaba detenido. La ropa se estiraba lentamente colgada del perchero..., se relajaban los zapatos, con sus bocas abiertas, al lado de la alfombra..., se descargaba la persiana del calor acumulado durante todo el día con quejidos leves y estertores apenas perceptibles..., exudaba el cristal de la ventana el vaho de la tarde a través de riachuelos transparentes de agua fugitiva..., se desperezaba, con sonoros estallidos, el esqueleto interno de la descalzadora al subir la temperatura de la sala..., se contraían las medias aliviadas hasta encontrar su talla primitiva encima de una cómoda..., esperaba la luz eléctrica, paralizada dentro del interruptor, como las aguas de un río bravo en la barrera de un pantano, impaciente por que alguien le dejase de nuevo el paso libre para asomarse a la bombilla..., se mordían la lengua los locutores de la radio a la espera de que, otra vez, por la mañana, Manolo apretase con el dedo el ON del transistor de mesilla y los dejase hablar, de nuevo..., se aguantaba la gata, acuclillada por la parte de afuera de la puerta de la alcoba, los deseos de saltar sobre la cama y de meterse en medio de los dos como en las siestas...
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15. EL ZAHIR (fragmento)
Acudió a las maestras sanadoras de Bahía Blanca una mañana tormentosa… Aquellas hechiceras vinieron a decirle que había tenido la desgracia de tropezarse con un zahir y que eso era del todo irreversible… Oswaldo Luna se quedó desconcertado... En una biblioteca bonaerense encontró que zahir significaba, en árabe: visible a todas horas, presente, persistente, incapaz de borrarse o de pasar desapercibido... Algo o alguien con el que, una vez que entramos en contacto, acaba ocupando, poco a poco, nuestro pensamiento hasta que no somos capaces de concentrarnos en nada más, ni de día ni de noche... Cercano a la locura...
Acudió a las maestras sanadoras de Bahía Blanca una mañana tormentosa… Aquellas hechiceras vinieron a decirle que había tenido la desgracia de tropezarse con un zahir y que eso era del todo irreversible… Oswaldo Luna se quedó desconcertado... En una biblioteca bonaerense encontró que zahir significaba, en árabe: visible a todas horas, presente, persistente, incapaz de borrarse o de pasar desapercibido... Algo o alguien con el que, una vez que entramos en contacto, acaba ocupando, poco a poco, nuestro pensamiento hasta que no somos capaces de concentrarnos en nada más, ni de día ni de noche... Cercano a la locura...
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